lunes, 4 de julio de 2011

Otras obras II

Boogie "El aceitoso"


Boogie el aceitoso es una tira cómica de Roberto Fontanarrosa. En ella se critica seriamente la mentalidad mercenaria. Fontanarrosa hace chistes negros acerca del homicidio, el asesinato, el racismo, el machismo, los mercenarios y el armamentismo, por medio de la figura de un asesino sin corazón que parece sentir absoluto desprecio por todo y por todos.



Boogie es un mercenario despiadado de origen estadounidense, veterano de la Guerra de Vietnam y experto en el uso de todo tipo de armas, que hace cualquier cosa por dinero y para quien ninguna variante para obtenerlo es indigna. Machista empedernido, pareciera que su hobbie es golpear a las mujeres, a quienes considera simples objetos que le sirven para satisfacer sus necesidades primarias (sexo) o como sirvientas.
Boogie siente profunda aversión por los homosexuales, los latinos, los afroamericanos y tal vez por la humanidad en general. No obstante, no existe una referencia de cual es el origen de tal odio.
A lo largo de los tomos que componen la colección de Boogie el Aceitoso, Fontanarrosa nos muestra sus cambios físicos y de actitud. Al principio Boogie es partícipe activo de la historia; a medida que avanza ésta, pasa más a ser un espectador y un comentarista de situaciones ajenas, que interviene sólo cuando es necesario.















Web sobre Boogie: http://www.negrofontanarrosa.com/boogie/fpb.asp





Otras obras I


Inodoro Pereyra (el renegáu) es una historieta argentina creada en 1972 por el dibujante argentino Roberto Fontanarrosa, que trata sobre la vida de un gaucho solitario de la pampa argentina.
Alguna vez el personaje se presentó a sí mismo diciendo: soy Pereyra por mi mama, e Inodoro por mi tata, que era sanitario.
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Apareció por primera vez a fines de 1972, en la revista de humor popular Hortensia, de Córdoba, una usina de talentos de la época.
La historieta era, originariamente, una parodia en la que se exageraban los giros lingüísticos y los estereotipos terruñales, concretamente no se parodiaba al gaucho en sí sino a ciertos gauchos ficticios precedentes en las historietas (Santos Leiva, Lindor Covas "El Cimarrón", El Huinca o Fabián Leyes entre otros); además era, gráficamente, más elaborada. En toda esa etapa, Inodoro se convertiría en anfitrión pampeano de diversos y extraños visitantes, mientras se perfilaba, ya como una constante, el que sería su ladero insuperable: el Mendieta, un perro parlante que acompañaría a su amo en sus andanzas, compartiendo con él razonamientos y acuñando frases memorables, como "negociemos, Don Inodoro", "qué lo parió", etc.
Luego pasó por las revistas Mengano y Siete Días, con aventuras por entregas, donde Mendieta (quien, según relató una vez, en realidad era un "cristiano emperrado por un inoportuno eclipse de luna") ganará letra y estatura de coprotagonista. Ahí crece la peripecia en episodios de largo desarrollo y falso suspenso de folletín, con el héroe siempre en busca de nuevas aventuras.
Finalmente, en 1976 Inodoro se instala junto a su compañera, Eulogia Tapia, y el Mendieta, en el diario Clarín de Buenos Aires, en donde vuelve a publicarse en forma de historias unitarias, alejándose progresivamente del vértigo aventurero y con el incremento de una esgrima verbal mayor, sutil, y sin pausa (cuadro a cuadro).
El estilo del dibujo de esta historieta sufrió un notable cambio tras 1975; hasta entonces y desde 1972 los personajes eran dibujados delgados, con trazos agudos y contrastes llamativos, a partir de 1976 Inodoro Pereyra aparece con un dibujo que le da expresión blanda mientras su compañera "La Eulogia" deja de ser una joven estilizada para pasar a ser una matrona ampulosa y algo torpe.
Luego de pasar por diferentes secciones, la historieta se incorpora a Viva, la revista dominical del matutino. Es ahí donde Inodoro se aquieta, anclado en su rancho de adobe (con un único árbol), con su mujer, su perro y su chiquero, los que serían sus únicas posesiones.
Las tiras de Inodoro Pereyra fueron también publicadas en forma de libro por Ediciones de la Flor.
A diferencia de lo que ocurre en otras historietas, en estas tiras el remate suele ser secundario, dado que el efecto humorístico no se sintetiza exclusivamente en el final sino en la vertiginosa acumulación de chistes previa: el ideal es una ocurrencia por cuadrito (sobre todo desde que comenzó a publicarse en forma de historias unitarias).
Tanto el remate como muchos de los chistes intermedios están a cargo de Mendieta, que funciona como la conciencia sensata en estas historias de humor errático y absurdo. Además, la comicidad de esta tira reside en el lenguaje, ya que Inodoro Pereyra realiza muchos juegos de palabras.


Personajes

Inodoro Pereyra

Es una parodia de las idealizaciones que se hicieron del gaucho de la pampa argentina y, específicamente, del gaucho Martín Fierro. Solitario, reflexiona sobre la vida, acompañado de su perro Mendieta, y recibe a extraños en su pobre rancho, a los que aconseja de manera peculiar. Tiene mucho que ver con el humor de Inodoro Pereyra justamente el tema de su lenguaje, porque hace muchos juegos de palabras.


Mendieta

Un perro bajo, de raza desconocida, que posee la facultad de hablar. Acompaña a Inodoro en sus andanzas compartiendo con él razonamientos, llegando a funcionar como el "Bernardo" de Pereyra. En realidad, Mendieta era séptimo hijo varón y como nació una noche de luna llena se iba a transformar en lobizón, pero tuvo la mala suerte de que ese día se produjera un eclipse y quedó entonces en estado de perro, pero con la facultad de hablar.



Eulogia Tapia

En la primera aparición de Inodoro Pereyra (1972) éste se presenta recién emparejado con mujer (su "china"), que fue dibujada por Fontanarrosa como una muchacha muy joven y delgada con facciones la sugerían bella (aún dentro de la estética caricaturesca de los dibujos). Esta mujer que es concubina de Inodoro desde 1976 es dibujada como gorda y fea (aumentó 25 kg en un cuadradito). Es hogareña, tiene muy mal caracter y es celosa, al punto de enojarse como una fiera cuando Inodoro llega tarde.


Nabucodonosor II

Es un cerdo vegetariano que habla, se cree sex symbol ya que es el único macho en medio de varias hembras y ganó el primer lugar en una feria local, y tiene veleidades de filósofo e intelectual.



Los loros

A través de los años, son los enemigos de Inodoro por antonomasia: andan en bandada, lo molestan y "lo toman para el churrete". Si bien le generan problemas y diversos males algunas veces le ayudan, lo que hace confundir la cabeza del gaucho. Entre ellos se destaca el loro Lorenzo.


Los ranqueles

Son indios salvajes que de vez en cuando se presentan en el rancho de Inodoro, ya sea para amenazarlo o para pedirle un consejo. Su líder es el cacique Lloriqueo. "si reflexionásemos no seríamos una tribu indígena. Seríamos una corriente de pensamiento"


El Escorpión Resolana

Es el tape bravo del pago. En una ocasión se batió a duelo con Inodoro Pereyra luego de haber insultado a Eulogia.


Fontanarrosa y el fútbol

Hincha se nace (o se hace)

¿Cómo fueron tus primeros contactos con el fútbol?

Podemos arrancar de la cuestión de por qué alguien se hace hincha de un equipo, que es como el primer contacto con el tema. No es extraño sentirse un poco envuelto por el fútbol en una ciudad como Rosario, que es esencialmente futbolera y muy virulenta, porque hay nada más que dos clubes y mucha rivalidad. En el caso mío, paradójicamente, mi viejo no era un fanático del fútbol, sino del básquet. Aparentemente jugaba muy bien, en una época en que los partidos terminaban 12 a 8 y sacaban del medio cada vez que hacían un tanto. O sea que mi viejo no me llevaba mucho a la cancha. Tampoco era muy definido como hincha, pero estaba más cerca de Central que de Newell´s porque mi viejo era una especie de “peronista emocional”, e históricamente Central ha sido el equipo del pueblo y Newell´s el de las clases altas; aunque ahora está todo mezclado. De todas formas, había un entorno familiar de hinchas de Central.

¿Quién te llevó por primera vez a la cancha?

Mi viejo, porque yo le hinchaba las pelotas para que me llevara alguna vez. A él mucho no le entusiasmaba; a pesar de que veía muy bien el fútbol, porque era un tipo muy analítico (después fue técnico de básquet). Ahí uno se da cuenta, porque yo lo repetí con mi hijo, que se debuta en partidos que no son importantes -me acuerdo que fui a ver Central y Tigre-; nunca te van a llevar a un clásico. Después, en la escuela primaria, que ahí es donde creo que brota todo, yo tenía a mis amigos más cercanos que eran todos hinchas de Central. Había dos hermanos a los cuales el padre los llevaba invariablemente a la cancha de Central, y entonces me empezó a llevar a mí también. Ese fue el primer contacto concreto como espectador.
Fontanarrosa
Vos dijiste alguna vez que si habría que ponerle música de fondo a tu vida, serían los relatos de los partidos de fútbol...
Yo creo que eso corresponde un poco a la cultura de todos los argentinos futboleros. Ahora tal vez los chicos crecen con la televisión y el relato de la televisión, pero históricamente lo que uno recuerda son las transmisiones de fútbol por radio. Incluso cuando era muy chico y no escuchaba los partidos, pero siempre los domingos estaba la radio prendida, lejos, y uno escuchaba como el “cantito”. Y a mí me tranquiliza escuchar fútbol... (risas)

¿Cómo?

No es que me tranquiliza, me pone muy nervioso escuchar partidos de Central porque no ves lo que pasa y siempre parece que las jugadas son de peligro. Pero si yo estoy pasando estaciones en la radio y de golpe encuentro una transmisión de fútbol que yo no esperaba, es como que me da la tranquilidad que todo anda bien... en el mundo.

¿Tu hijo también es así?
A Franco no le gusta el fútbol (tiene 15 años). Él hace Tae Kwon Do, por ejemplo, y toca música, le gusta mucho la música. Y yo los fines de semana lo veo tan tranquilo, mientras yo sufro como un pelotudo por la cuestión de Central, que por ahí lo envidio. De todas maneras, cuando ya pasan dos domingos sin fútbol te empezás a dar cuenta que la vida es un aburrimiento, que no tiene sentido.

¿Cómo manejás ese fanatismo?

Yo me doy cuenta que con los años las manías y las locuras se acentúan, es mentira que uno se convierte en más sabio. Yo no se si sufro más ahora con Central que cuando era chico, a veces me pregunto “¿cómo puedo ser tan pelotudo?” Creo que si no se entiende que esto es una pasión, y las pasiones son bastantes inexplicables, no se entiende nada de lo que pasa en el fútbol.

La pluma y la pelota

¿Cuándo empezás a unir tu pasión por el fútbol con tu actividad como escritor?

En el año ´72 o ´73, cuando escribí unos cuentos que fueron bastante experimentales (publicados actualmente en el libro “Los trenes matan a los autos”), aunque no sé por qué se me ocurrió escribir sobre temas relativos al fútbol.

¿Eran cuentos humorísticos?

No expresamente humorísticos. Te diría que en el librito ese había como una pretensión humorística, pero la mayoría de los temas eran bastante dramáticos. Eso fue lo primero que escribí sobre fútbol, pero eran cuentos con muy poca estructura. Después empecé a escribir con más continuidad. Lo que yo nunca tuve previsto era desembocar en esto de acompañar a la Selección y escribir las notas de la Hermana Rosa (NdR: mentalista experta en errar pronósticos sobre los partidos). En realidad, no te voy a decir que sean casuales las cosas que se dieron en el trabajo mío, pero no fueron buscadas. Porque esto de las notas del Mundial empieza con una artículo que Clarín me pide cuando Colombia le gana a Argentina 5 a 0 acá en el Monumental. Esa nota se publicó en el diario El Tiempo de Bogotá; y entonces Cambio 16 de Colombia me propone que yo vaya al Mundial (de Estados Unidos ´94) a escribir ese tipo de notas, pero siguiendo a su selección.

Es curioso que el personaje principal de esas crónicas sobre fútbol fuera una mujer.

Por eso te digo que fue todo muy casual. Cuando después clasificó Argentina, yo me dije “no voy a ir al Mundial a seguir a Colombia”. Entonces lo comenté con Clarín y me propusieron ir con ellos. Pero ni ellos ni yo sabíamos lo que iba a hacer. Y como tuve que empezar a escribir desde mi casa, giré la cosa a algo muy de ficción, muy inventado, con personajes que iban apareciendo. Dentro de esos personajes había una mentalista, que sintetiza algo que a todos los periodistas serios les gustaría hacer pero no lo hacen, porque son realmente serios, que es decir “va a ganar tal equipo con goles tal...”. Dentro del grupo de periodistas yo empecé a notar que me preguntaban sobre lo que había dicho la Hermana Rosa, si había acertado o no; entonces me pareció que podía hacer crecer ese personaje. Yo en un principio no tenía ni idea de cómo iban a ser las notas. Lo que traté de plantear de arranque era que no sea todo ficción: yo cuento cosas reales que pasan, o arranco de cosas reales, como pedacitos de un partido o cosas que me hayan impresionado de algún jugador, pero no entro en la parte técnica.

Esta nueva actividad ¿te cambió la manera de ver el fútbol?

No es que cambie, te crea otra preocupación. No por el análisis técnico o táctico del partido, sino por el hecho de que el partido termina y hay que salir corriendo a escribir la nota. Y durante el partido se te junta el cagazo habitual y el hecho de tener que mandar la nota. Pero para un tipo que le gusta el fútbol es un laburo bárbaro.

¿Para vos es diferente escribir sobre fútbol que sobre otros temas?

Es un ámbito donde yo me siento seguro, salvo que hable sobre una faceta muy profesional del fútbol -que muy pocas veces lo hago-. Casi todos mis relatos son del fútbol amateur, escribo más como hincha que como jugador, y en todo caso como jugador de picado, de potrero. Pero es un tema que indudablemente me gusta y me siento cómodo. Tengo permanentemente el sonido del fútbol, la forma de hablar de la gente del fútbol.

¿No es poco proporcional la producción literaria argentina acerca del fútbol, teniendo en cuenta lo que significa en nuestro país?

Sí, es poco proporcional. Ahora se está acortando un poco esa distancia, en parte por la proximidad del Mundial, que siempre genera todo este tipo de cosas, pero también porque hemos descubierto que se puede escribir sobre fútbol, y se pueden escribir cosas interesantes sobre un tema que a muchos nos gusta. Pero es cierto que no es proporcional. Yo te diría que la “alimentación” que uno tiene de lecturas sobre fútbol es de los periodistas deportivos. Me acuerdo de haber leído a Dante Panzeri, a Pepe Peña, y reconocer diferentes estilos y esas cosas. Pero en general todo el lenguaje que uno tiene es de los periodistas, no de los cuentistas o novelistas. Yo leí pocas cosas de fútbol, que además me hayan gustado, fuera del periodismo deportivo.

Aparte, los grandes de nuestra literatura como Borges, Cortázar...

... Aparentemente ellos no tenían conexión ni gusto por el fútbol. Ésa es una de las cosas que charlaba con los de siempre: Sasturain, el Gordo Soriano... Tal vez sean antagónicos desde el punto de vista de a qué dedica uno el tiempo: por ahí mientras uno se la pasaba mirando partidos de fútbol o yendo a jugar, los otros se dedicaban a escribir y leían a Tolstoi. Entonces sería como algo lógico que algunos se hayan volcado por la literatura y los otros por el fútbol. Yo llego a escribir sobre fútbol a través del propio fútbol, no a través de la literatura. No soy un tipo que estuvo siempre en la literatura y de pronto me digo que sería lindo escribir sobre fútbol. Al revés, soy un tipo apasionado por el fútbol que he tenido una práctica de escritura a través de las historietas, de trabajar en publicidad, que me parecía que me habilitaban para contar algo sobre, en este caso, fútbol. Es posible que sean caminos distintos. Yo en algún momento decía que así como muchos crecieron tratando de ser Cortázar, yo crecí tratando de ser Hermindo Onega.
Fontanarrosa
Sociedad futbolera

Gran parte de tu novela “El área 18”, transcurre un país africano (llamado Congodia) donde toda la sociedad se basa en el fútbol...
Yo tenía la idea del fútbol como reemplazo de la guerra. Que hubiese disputas entre dos países, que en lugar de jugar por un asado hacían un partido para ganar territorios o por lo que fuera.

Pero luego el fútbol abarca a toda la sociedad.

Al principio, yo tenía muchas dudas sobre en qué nivel poner esa idea, que eso pasa muchas veces y es difícil encontrar el tono. Porque también tenía la posibilidad de que en lugar de ser un país ficticio, fuera un pueblo chico o un barrio, lo que me daba la posibilidad de jugar con algo que a mí me gusta mucho que es el lenguaje coloquial argentino-futbolero. Pero eso no me daba posibilidad de delirio, con lo otro tenés la posibilidad de arrancar para cualquier lado, te da más libertad. Lo demás fue apareciendo sobre la marcha, no había intención de hacer una especie de “literatura de anticipación” de hasta donde podía llegar el fútbol.

¿Qué influencia tiene el mundo del fútbol en el resto de tu obra?

Creo que el tema pasa por otro lado. Hay algo que siempre me decía mi viejo -y por eso me hubiese gustado que mi hijo hiciera no fútbol, sino algún deporte de conjunto-, que es que el juego de conjunto te enseña mucho. Ahí vos conocés el tipo que es generoso, el que es egoísta. Es como dice el Flaco Menotti: son pequeñas sociedades. Desde ese aspecto, es una buena enseñanza y hay influencia de todo eso en la personalidad de uno. Por ahí aprendés que se gana y se pierde, sabés que en otros órdenes de la vida te puede ir bien o mal al igual que en un partido de fútbol. Aparte, el país colabora con eso. Es tan permanente la temática del fútbol, se incorporan tantas frases del fútbol al lenguaje cotidiano, que todo queda muy impregnado.

domingo, 3 de julio de 2011

Las malas palabras según Fontanarrosa

No voy a lanzar ninguna teoría. Un congreso de la lengua es un ámbito apropiado para plantear preguntas y eso voy a hacer.

La pregunta es por qué son malas las malas palabras,¿quién las define? ¿Son malas porque les pegan a las otras palabras?, ¿son de mala calidad porque se deterioran y se dejan de usar? Tienen actitudes reñidas con la moral, obviamente. No sé quién las define como malas palabras. Tal vez al marginarlas las hemos derivado en palabras malas, ¿no es cierto?

Muchas de estas palabras tienen una intensidad, una fuerza, que difícilmente las haga intrascendentes. De todas maneras, algunas de las malas palabras... no es que haga una defensa quijotesca de las malas palabras, algunas me gustan, igual que las palabras de uso natural.

Yo me acuerdo de que en mi casa mi vieja no decía muchas malas palabras, era correcta. Mi viejo era lo que se llama un mal hablado, que es una interesante definición. Como era un tipo que venía del deporte, entonces realmente se justificaba. También se lo llamaba boca sucia, una palabra un poco antigua pero que se puede seguir usando.

Era otra época, indudablemente. Había unos primos míos que a veces iban a mi casa y me decían: “Vamos a jugar al tío Berto”. Entonces iban a una habitación y se encerraban a putear. Lo que era la falta de la televisión que había que caer en esos juegos ingenuos.

Ahora, yo digo, a veces nos preocupamos porque los jóvenes usan malas palabras. A mí eso no me preocupa, que mi hijo las diga. Lo que me preocuparía es que no tengan una capacidad de transmisión y de expresión, de grafismo al hablar. Como esos chicos que dicen: “Había un coso, que tenía un coso y acá le salía un coso más largo”. Y uno dice: “¡Qué cosa!”.

Yo creo que estas malas palabras les sirven para expresarse, ¿los vamos a marginar, a cortar esa posibilidad? Afortunadamente, ellos no nos dan bola y hablan como les parece. Pienso que las malas palabras brindan otros matices. Yo soy fundamentalmente dibujante, manejo mal el color pero sé que cuantos más matices tenga, uno más se puede defender para expresar o transmitir algo. Hay palabras de las denominadas malas palabras, que son irremplazables: por sonoridad, por fuerza y por contextura física.


No es lo mismo decir que una persona es tonta, a decir que es un pelotudo.Tonto puede incluir un problema de disminución neurológico, realmente agresivo. El secreto de la palabra “pelotudo”–que no sé si está en el Diccionario de Dudas- está en la letra “t”. Analicémoslo. Anoten las maestras. Hay una palabra maravillosa, que en otros países está exenta de culpa, que es la palabra “carajo”.Tengo entendido que el carajo es el lugar donde se ponía el vigía en lo alto de los mástiles de los barcos. Mandar a una persona al carajo era estrictamente eso. Acá apareció como mala palabra. Al punto de que se ha llegado al eufemismo de decir “caracho“, que es de una debilidad y de una hipocresía…

Cuando algún periódico dice “El senador fulano de tal envió a la m… a su par”, la triste función de esos puntos suspensivos merecería también una discusión en este congreso.
 

Hay otra palabra que quiero apuntar, que es la palabra “mierda”, que también es irremplazable, cuyo secreto está en la “r”, que los cubanos pronuncian mucho más débil, y en eso está el gran problema que ha tenido el pueblo cubano, en la falta de posibilidad expresiva.

Lo que yo pido es que atendamos esta condición terapéutica de las malas palabras. Lo que pido es una amnistía para las malas palabras, vivamos una Navidad sin malas palabras e integrémoslas al lenguaje porque las vamos a necesitar.





Video:


Parte 1- http://www.youtube.com/watch?v=ErGLhqYJOrk



Parte 2- http://www.youtube.com/watch?v=J_KpLnsq9A8

Biografía del autor

Roberto El Negro Fontanarrosa nació en Rosario, en 1944. Su carrera comenzó como dibujante humorístico, destacándose rápidamente por su calidad y por la rapidez y seguridad con que ejecuta sus dibujos. Estas cualidades hicieron que su producción gráfica sea copiosa; a las recopilaciones de chistes sueltos ¿Quién es Fontanarrosa?, Fontanarrisa, Fontanarrosa y los médicos, Fontanarrosa y la política, Fontanarrosa y la pareja, El sexo de Fontanarrosa, El segundo sexo de Fontanarrosa, Fontanarrosa contra la cultura, El fútbol es sagrado, Fontanarrosa de Penal, Fontanarrosa es Mundial y Fontanarrosa continuará se le suman las de historietas Los clásicos según Fontanarrosa, Semblanzas deportivas, Sperman y las andanzas de sus personajes más famosos: Inodoro Pereyra y Boogie, el aceitoso, de los que ya existen veinte y doce volúmenes, respectivamente.
  En medio de esta avalancha gráfica, publicó allá hace tiempo un libro de cuentos, Los trenes matan a los autos que fue tratado con cierta condescendencia por la crítica como el intento de un dibujante jugando a ser escritor. Años mas tarde insistió con la novela Best Seller, una aventura del mercenario sirio homónimo. Esta vez su próximo libro escrito no tardó en aparecer (El mundo ha vivido equivocado, cuentos), y desde entonces lo han venido haciendo regularmente. Hasta el momento, además de los citados, lleva publicadas las novelas El área 18, La Gansada y los libros de cuentos No sé si he sido claro, Nada del otro mundo, El mayor de mis defectos, Uno nunca sabe y La mesa de los Galanes (y probablemente algún otro que no conozco).
   En sus ratos libres se lo puede encontrar tomándose un cafecito en el bar "El Cairo", escenario de muchos de sus mejores cuentos.





Fue expositor en el III Congreso de la Lengua Española que se desarrolló en Rosario (Argentina), el 20 de noviembre de 2004. En el mismo dio la charla titulada «Sobre las malas palabras». (Link a entrada de video sobre las malas palabras click AQUI



En toda su vida se casó dos veces. Con su primera esposa tuvo a su único hijo, Franco. Su segunda esposa, Gabriela Mahy, lo conoció en 2002 y contrajeron matrimonio en noviembre de 2006, previo divorcio.
En 2003 se le diagnosticó esclerosis lateral amiotrófica*, por lo que desde 2006 utilizó frecuentemente una silla de ruedas.
El 18 de enero de 2007 anunció que dejaría de dibujar sus historietas, debido a que había perdido el completo control de su mano derecha a causa de la enfermedad. Sin embargo aclaró que continuaría escribiendo guiones para sus personajes. Desde entonces, Crist se encargó de ilustrar sus chistes sueltos, mientras que Oscar Salas hacía lo mismo con sus historietas de Inodoro Pereyra.
Falleció el 19 de julio de 2007, a la edad de 62 años, víctima de un paro cardiorrespiratorio una hora después de ingresar en un hospital con un cuadro deinsuficiencia respiratoria aguda.
Su entierro al día siguiente de su muerte fue acompañado por cientos de ciudadanos comunes, escritores, actores y autoridades de la política nacional. La marcha hizo una parada por espacio de unos minutos en cercanías al Estadio Gigante de Arroyito (estadio de Rosario Central; club del cual Fontanarrosa era un reconocido hincha), y luego continuó hacia el norte, hacia el cementerio Parque de la Eternidad en la vecina localidad de Granadero Baigorria, donde fue enterrado.
En noviembre de 2008 la segunda esposa, Gabriela, decidió radicar una denuncia demandando a Franco, el hijo del escritor, por los derechos intelectuales de la obra. La mujer lo acusa de quedarse con las regalías por los libros y otros escritos.

* Enlace a www.wikipedia.org


Fuente: http://www.literatura.org/Fontanarrosa/Fontanarrosa.html

sábado, 2 de julio de 2011

Mi análisis


Para mí, lo mejor que puede tener este libro es el léxico, son palabras que no llegan a ser todas cotidianas pero en su gran mayoría sí.

"-¿Qué le vas a contar al pelotudo de Lalo -Le decía yo, cagándome de risa- si Lalo no tiene idea de nada? (Cuando le cuente a los muchachos)

"Noté que había chupado bastante, pero yo también había chupado y la invitación me entusiasmaba por las minas que había allí que, descontaba, nos acompañarían." (Cuando le cuente a los muchachos)

"-¡Correla, pelotudo! -Gritó la Negra." (Bahía Desesperación)

"-Correla vos... -me atreví a decir-. Mirá si me voy a poner a correrla..." (Bahía Desesperación)

"-Hasta barro me puse, maestro -" (El sueño del General Cornejo)

En mi opinión tal como muestran las frases que elegí, es un texto muy argentino, el simple hecho de decir "Cagándome de risa" ya da idea de la cultura argentina, que no se ríe, se caga de risa.

Es un libro sumamente entendible, fluido; no se detiene o mejor dicho no divaga en detalles minuciosos o descripciones sin sentido alguno (Por Ejemplo: Describir una mesa en una hoja), si bien hay detalles, están muy bien resumidos y sigue dando una imaginaria foto o secuencia de lo que describe.

 Los cuentos leídos me atraparon y me hicieron reír mucho, no por ser muy cómicos, me divierte el hecho de sentirme identificado con cosas que pasan en los cuentos, como por ejemplo cuando en Bahía Desesperación se les vuela la sombrilla, me pasó varias veces.

Me atrae mucho el hecho de las "malas palabras" en los textos, lo hacen mucho más cotidiano y social (En sentido de que todos hablamos como hablan los personajes de los cuentos, siempre o casi siempre nos encontramos con algún "boludo", "pelotudo", etc.)